Reserva de Antropología La Montaña de La Flor

La Montaña de La Flor se encuentra en las proximidades de Tegucigalpa, aproximadamente a unos 120 kilómetros al noreste. Para llegar allí, se puede tomar una carretera de alta calidad que se extiende por unos 60 kilómetros, seguida de unos 60 kilómetros adicionales de carretera de grava.

Explorar la Montaña de La Flor evoca una sensación de prosperidad. Se pueden admirar extensos bosques de coníferas y pintorescos pueblos a lo largo de la carretera, con montañas verdes que se alzan a ambos lados.

 
 

Introducción

Según la tradición oral de algunos de los pobladores, el nombre "Montaña de la Flor" tiene dos posibles orígenes. Uno de ellos se atribuye a la abundancia de plantas con flores que se encuentran en la montaña. La otra versión cuenta que, cuando los primeros ancestros llegaron a la montaña, enterraron un machete en la tierra y descubrieron una flor de tierra, lo que dio origen al nombre.

montana de la flor

 

En la región, el río Guarabuquí actúa como límite natural para algunas comunidades o tribus. Este río cuenta con un caudal de aguas cristalinas y no se utiliza para la pesca, pero la tribu de Los Lavanderos lo emplea para el riego de pequeñas parcelas de cultivo de tomate. Por otro lado, la tribu de La Lima, que se encuentra en lo alto de la montaña a aproximadamente 1,600 metros sobre el nivel del mar, se dedica al cultivo de granos básicos, café, mango y matasano para su propia subsistencia.

Tolupanes

La Montaña de la Flor alberga a la etnia tolupán, una de las comunidades indígenas más antiguas y arraigadas de Honduras. Los tolupanes han dejado una huella significativa en la historia y la cultura de la región, enriqueciendo la diversidad multicultural del país. Se pueden encontrar a los tolupanes agrupados en aproximadamente 28 tribus, distribuidas en 6 municipios del departamento de Yoro, así como en los municipios de Orica y Marales, en el departamento de Francisco Morazán. Entre todas estas tribus, solo aquellos que residen en la Montaña de la Flor han logrado mantener su lengua, así como algunas de sus costumbres y valores característicos.

El aislamiento geográfico en las profundas montañas del norte de Francisco Morazán marginó a los tolupanes, pero al mismo tiempo les permitió preservar sus tradiciones, su lengua y sus rasgos físicos. Al llegar a San Juan, una de las tribus tolupanes, se tiene la sensación de retroceder en el tiempo varios siglos. Durante la época de la colonización, sufrieron una persecución que los obligó a refugiarse en las selvas y montañas de la región centro-norte del país, manteniéndose aislados y alejados del resto de la sociedad. No suelen interactuar ni comerciar con los "ladinos", como se refieren a los foráneos, pero cuando los visitan, ofrecen artesanías elaboradas por ellos mismos, como collares de semillas y otros objetos naturales, así como canastitas de carrizo.

En cuanto a su vestimenta, la mayoría de los tolupanes la adquiere a través del comercio con los ladinos, y solo en la Montaña de la Flor se encuentran aquellos que aún visten el traje tradicional tolupán, conocido como el balandrán. Los tolupanes son conocidos por su sencillez y timidez, y es común que se sonrojen con facilidad, pero también son extremadamente hospitalarios.

¿Cómo llegar?

Para llegar a la Montaña de la Flor, se inicia en la carretera que parte desde la capital en dirección a Olancho. Después de pasar Talanga, se encuentra una vía que conduce hacia la montaña. Esta carretera es de tierra y se encuentra en buen estado hasta llegar a Orica, un municipio en el departamento de Francisco Morazán. A partir de ese punto, en el camino hacia las comunidades tolupanes, la carretera se vuelve extremadamente difícil de transitar. Un vehículo común no sería capaz de avanzar, al menos se requiere un vehículo tipo "pick up" robusto, y lo ideal es contar con un todoterreno potente que tenga tracción en las cuatro ruedas.

Es impactante adentrarse en los ríos y sentir la fuerza del agua golpeando contra el vehículo. En ocasiones, se presentan abismos que provocan temor cuando se observan desde la ventanilla del coche. Al llegar a San Juan, una de las tribus tolupanes, se tiene la sensación de que el tiempo se ha detenido. No hay signos de desarrollo, y la población vive en condiciones de extrema pobreza. Los rostros de sus habitantes están marcados por la tristeza y la desesperanza. Sus expresiones reflejan agotamiento y cansancio, y se ven desprovistas de alegría. Los labios de estas personas apenas conocen las sonrisas.

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Kilo tapias peralta Escobar

Soy el fundador de Corporación KRONOZ, divulgador de ciencia, amante de la naturaleza, y fiel creyente del error y superación del ser humano, “El tiempo es solo una mera ilusión, el pasado, el presente y el futuro, existen simultáneamente, como parte de un rompecabezas, sin principio ni final”.

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