Especies y especiación

Los principios básicos en la categorización de los seres vivos son esenciales. Para explicarlo de manera clara, una especie se define como un conjunto de organismos que comparten características físicas, conductuales y ecológicas similares y que se mantienen invariables a través del tiempo.

Introducción

La caracterización de una especie biológica implica la agrupación de poblaciones naturales cuyos integrantes tienen la capacidad de aparearse y generar descendencia viable. Este enunciado contempla tanto los vínculos evolutivos presentes entre los individuos de la especie como sus características físicas, destacando la capacidad de evolución independiente de cada especie.

La naturaleza de las especies

Hay diversas interpretaciones de la noción de especie, una de las más antiguas es la concepción de la especie como un tipo específico de seres. Esta concepción tiene sus raíces en los escritos de Platón y Aristóteles. De acuerdo con esta definición, la especie simboliza una forma ideal, mientras que las diferencias individuales se consideran meras imperfecciones en su manifestación.

Por otro lado, dicha teoría se basa únicamente en la simple observación, ya que define a una especie como el conjunto de individuos que poseen similitudes físicas entre sí y que se diferencian de otros grupos por sus variaciones morfológicas, es decir, en la estructura y en la forma. Estos criterios son útiles para la clasificación de objetos inanimados, como los minerales, donde las similitudes particulares entre los objetos corresponden con semejanzas en los procesos físicos que los formaron. Sin embargo, los organismos vivos también son influenciados por su historia evolutiva, es decir, por los rasgos que heredan de sus antepasados.

Por lo tanto, la definición previa carece de adecuación. Algunas particularidades de los seres vivos pueden representar su pasado evolutivo, pero pueden carecer de importancia o estar influidas sólo en parte por las condiciones del medio ambiente. Un ejemplo paradigmático es el apéndice vermiforme en los seres humanos, que es un remanente de un ancestro con alimentación herbívora.

Además de ser ineficaces, las clasificaciones que se basan en criterios tipológicos y morfológicos resultan inútiles cuando se intentan aplicar a escalas geológicas y geográficas amplias. Una característica que se utiliza para distinguir dos especies en una región específica puede no ser aplicable en otra zona. Esto se debe a que las especies experimentan cambios en su forma, comportamiento y hábitat en el espacio y en el tiempo geológico. El concepto biológico de especie considera lo anteriormente mencionado, mientras que las definiciones tipológicas y morfológicas consideran a los organismos únicamente como formas estáticas.

El proceso que lleva a la formación de especies se conoce como especiación. En la primera fase, conocida como aislamiento extrínseco, los integrantes de una especie empiezan a separarse unos de otros como consecuencia de algún evento externo, como un cambio en el clima, la aparición de una barrera física (como una montaña), o la colonización de un nuevo hábitat. Esta separación también puede ocurrir cuando los individuos se ven obligados a dispersarse fuera del ámbito geográfico de su especie a lo largo de cientos de generaciones. En la segunda fase, de diferenciación, las poblaciones aisladas empiezan a divergir genéticamente, un proceso que puede ocurrir con mayor rapidez que en aquellas poblaciones que están en contacto con otras. Esto puede ocurrir por azar o como resultado de la selección natural.

En la última fase del proceso de especiación, conocida como aislamiento intrínseco, se desarrollan ciertas formas de aislamiento reproductivo dentro de la población. Estas tendencias evolutivas dependen más de las características intrínsecas de los organismos que del entorno y pueden originarse por preferencias en el apareamiento, o por incompatibilidades genéticas que hacen que la descendencia de cruces entre diferentes poblaciones no sea viable o fértil.

El mulo es un ejemplo de hibridación interespecífica, ya que se forma por el cruce entre un asno y una yegua, ambos pertenecientes a especies diferentes. En la etapa final de la especiación, las poblaciones separadas evolucionan de forma autónoma y pueden colonizar nuevos hábitats sin mezclarse con otras poblaciones. Cada una de estas etapas ha sido documentada en estudios de campo y laboratorio, utilizando diversos organismos como modelos de estudio.

En términos generales, la especiación puede ocurrir de dos maneras diferentes. La primera de ellas, la especiación geográfica, tiene lugar cuando la separación inicial de dos poblaciones se produce por motivos geográficos. En cambio, en la especiación no geográfica, la separación se debe a cambios genéticos o de comportamiento en una población. Por ejemplo, en muchos casos los insectos sólo se alimentan de una especie de planta y usan características como el color, la forma o el olor de la planta para encontrar pareja o para poner sus huevos.

Si un conjunto de estos insectos, de manera fortuita, se establece en una nueva especie de planta y se aparean allí, se genera entonces un nivel de aislamiento semejante al que se daría si ambas poblaciones estuvieran alejadas por mucha distancia. Hay un gran debate en cuanto a la frecuencia con que surgen los diferentes tipos de especiación, pero en términos generales se cree que la especiación geográfica es más frecuente.

La definición biológica de especie no es absoluta. Siempre puede haber casos en los que la identificación de la especie sea ambigua. Esto se debe a que las especies no son entidades fijas. Los estados intermedios de especiación son los que presentan mayores desafíos para la clasificación e identificación; incluso durante la división celular, cuando solo hay una o dos células, puede haber desacuerdos. La falta de casos inciertos solo podría indicar que la evolución ha terminado y ya no está en marcha.