Cómo el cambio climático está afectando las áreas protegidas en Honduras
El cambio climático se ha convertido en una de las amenazas más serias para el patrimonio natural de Honduras. A pesar de que el país aporta pocas emisiones globales, su ubicación geográfica lo hace especialmente vulnerable a fenómenos climáticos extremos, como huracanes, sequías, incendios y aumento del nivel del mar. Las áreas protegidas, que deberían ser refugios para la biodiversidad y barreras naturales frente al cambio climático, están hoy bajo una presión creciente.
Indice de Contenido
Introducción
La deforestación ligada a la expansión agrícola, ganadera y la tala ilegal ha debilitado estos espacios naturales, afectando su capacidad para almacenar carbono, regular el agua y servir de protección ante inundaciones y tormentas . En contextos como Pico Bonito, la fauna y flora emblemáticas —como las magnolias endémicas— se encuentran al borde del colapso por los cambios en temperatura y precipitación.
El cambio climático está transformando profundamente las áreas protegidas en Honduras: desde la pérdida de especies emblemáticas, degradación de suelos, riesgo para humedales y arrecifes, hasta impactos socioeconómicos en comunidades vulnerables. Sin embargo, también se vislumbran oportunidades importantes: la restauración ecológica, el monitoreo comunitario, la protección costera y la consolidación de políticas públicas con enfoque inclusivo y de derechos.
Para que estas áreas sigan siendo escudos naturales para el país, es indispensable fortalecer instituciones, garantizar financiamiento sostenido, apoyar la ciencia y restauración ecológica, y empoderar a comunidades. Solo así la biodiversidad y sus funciones frente al cambio climático podrían preservarse y adaptarse al futuro.
Eventos extremos y deterioro del suelo en áreas protegidas
Impacto de huracanes e inundaciones
Honduras está entre los países más afectados por eventos climáticos extremos: de 1998 a 2017 fue el segundo más golpeado por el cambio climático; en 2024, 18 tormentas afectaron el país. En áreas protegidas como Río Plátano o Cusuco, las lluvias intensas causan erosión, deslizamientos y daño en corredores biológicos, amenazando la conectividad ecológica.
Incremento de sequías y degradación del suelo
Las regiones del Corredor Seco han sufrido prolongadas sequías y variabilidad hídrica, afectando tanto la producción agrícola como los bosques protegidos. La reducción del bosque incrementa la erosión, erosiona la capa fértil del suelo y reduce la retención de agua, perjudicando también los acuíferos bajo las áreas protegidas.
Incendios forestales y contaminación del aire
Los incendios en zonas como La Tigra, causada por incendios vinculados a El Niño y la sequedad, han generado niveles críticos de contaminación por PM2.5 —hasta 249 µg/m³ en San Pedro Sula— y han devastado rápidamente la vegetación protegida. Esto no solo reduce la biodiversidad, sino que también amenaza la salud de comunidades cercanas.
Efecto acumulativo en ecosistemas
La combinación de eventos extremos —tormentas, sequías, incendios— crea ciclos de destrucción-reducción de la regeneración natural. La capacidad de recuperación de áreas como Río Plátano o Cusuco se ve reducida, cerrando ciclos de degradación y amenazas para especies endémicas.
Alteraciones en la biodiversidad y ecosistemas clave
Especies en riesgo por temperatura
Un estudio reciente en Pico Bonito revela que especies como Magnolia atlantida y Dendropanax hondurensis podrían desaparecer a fin de siglo, desplazadas hacia zonas más altas que pronto dejarán de existir. Esto evidenciaría la pérdida de especies emblemáticas dentro de áreas protegidas.
Pérdida de hábitats de anfibios y aves
En Cusuco, la resistencia de anfibios y aves especializadas es amenazada por el aumento de temperaturas y la fragmentación de su ambiente natural . La pérdida de corredores y hábitats adecuados compromete ciclos biológicos esenciales, desde la reproducción hasta la alimentación.
Deterioro de manglares y humedales
Refugios como Cuero y Salado han visto su resiliencia disminuida por el aumento del nivel del mar y la salinización, lo que daña manglares fundamentales para la fauna y las barreras contra tormentas . La salinidad afecta especies clave, mientras que la erosión costera reduce su capacidad protectora.
Blanqueamiento de coral y ecosistemas marinos
El sistema coralino mesoamericano, que incluye zonas costeras hondureñas, ha sufrido blanqueamientos masivos debido a olas de calor marinas; solo el 18 % de los sitios está en buen estado. La degradación de arrecifes impacta no solo la biodiversidad regional, sino también la pesca y el turismo, conectados con áreas protegidas marinas.
Efectos socioeconómicos en comunidades y gestión
Pérdida de servicios ecosistémicos
Los bosques protegidos abastecen agua, regulan el clima y sustentan medios de vida; su degradación reduce el acceso al agua en sequías o inundaciones. Comunidades indígenas y rurales pierden fuentes de alimento, madera y protección contra desastres.
Migración inducida por clima
Con la salinización, incendios o pérdida de suelo, comunidades como las de Punta Ratón o Cedeño han visto sus modos de vida arruinados. Esto genera migraciones internas, desarraigo y presión demográfica en zonas urbanas.
Conflictos y criminalización ambiental
La protección de áreas naturales ha generado conflictividad: defensores son amenazados o asesinados, y las zonas protegidas están permeadas por actividades ilegales como tala, palma o minería. Esto debilita la gestión efectiva y empuja a una gestión militarizada como respuesta, pero no sostenible.
Financiamiento y políticas emergentes
Frente al deterioro, en mayo de 2024 Honduras declaró estado de emergencia ambiental y destinó US $242 millones a proteger bosques y áreas protegidas, con aumento de fuerzas ambientales y sanciones más severas. Sin embargo, su eficacia dependerá de una gobernanza transparente, inclusión comunitaria y continuidad presupuestaria.
Adaptación y oportunidades para conservación climática
Manejo forestal sostenible
Proyectos como los promovidos por PROFOR resaltan la capacidad de bosques abiertos a restauración para mitigar la erosión y regular agua. Reinvertir en regeneración natural, reforestación, y protección de cuencas puede revitalizar áreas protegidas.
Monitoreo y ciencia participativa
Iniciativas en Pico Bonito, con científicos y estudiantes midiendo especies clave, ofrecen datos para adaptar la conservación, marcando puntos críticos de intervención. Este tipo de ciencia ciudadana fortalece la gestión local.
Protección de manglares y corales
Programas de trasplante de corales y monitoreo participan en salvar el sistema coralino mesoamericano. En manglares, reforestación y control de salinización costera son desafíos prioritarios para refugios como Cuero y Salado.
Gobernanza inclusiva
Iniciativas estatales deben incluir a comunidades indígenas y defensoras ambientales, respetar derechos, y sancionar actividades ilegales. El nuevo marco de “Cero Deforestación” puede ser una base sólida si cumple con la consulta previa y protección comunitaria.