El casabe hondureño reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO

El casabe, un pan tradicional elaborado a base de yuca, ha sido durante siglos un alimento esencial en diversas culturas de América Latina y el Caribe. En Honduras, especialmente entre las comunidades garífunas, el casabe no solo representa una fuente de sustento, sino también un símbolo de identidad y patrimonio cultural. Este alimento ancestral ha sido transmitido de generación en generación, manteniendo vivas las tradiciones y prácticas culinarias que reflejan la rica herencia cultural del país.

 

Introducción

La reciente declaración del casabe como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en diciembre de 2024 ha llenado de orgullo a las comunidades hondureñas. Este reconocimiento internacional destaca la importancia de preservar y promover las prácticas tradicionales que constituyen la esencia de la identidad cultural de los pueblos. Para Honduras, esta distinción no solo resalta la relevancia del casabe en su patrimonio gastronómico, sino que también pone en valor la resiliencia y la riqueza cultural de las comunidades que han mantenido viva esta tradición.

El casabe hondureno

 

La inclusión del casabe en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad subraya la necesidad de salvaguardar las expresiones culturales que fortalecen la cohesión social y fomentan el respeto por la diversidad. Este logro compartido con países como Cuba, Haití, República Dominicana y Venezuela, refleja la colaboración regional en la promoción y protección de las tradiciones culturales que trascienden fronteras y unen a las naciones caribeñas y latinoamericanas.

Historia y origen del casabe

El casabe tiene sus raíces en las culturas indígenas precolombinas de América Latina y el Caribe. Los pueblos originarios, como los taínos y caribes, fueron los primeros en elaborar este pan crujiente a partir de la yuca amarga, una planta nativa de la región. La técnica de producción del casabe data de hace más de mil años y ha sido preservada por los indígenas de la región.

La yuca, también conocida como mandioca, era uno de los principales cultivos de estas comunidades debido a su adaptabilidad y valor nutritivo. El proceso de elaboración del casabe permitía conservar la yuca por largos períodos, lo que lo convertía en un alimento esencial para las travesías y tiempos de escasez. Además, su resistencia al deterioro lo hacía ideal para el almacenamiento y comercio entre las comunidades.

Con la llegada de los colonizadores europeos, el casabe continuó siendo un alimento básico en la dieta de las poblaciones locales y se integró en la gastronomía de las regiones colonizadas. A lo largo de los siglos, su preparación ha mantenido las técnicas tradicionales, reflejando la resistencia cultural y la continuidad de las prácticas ancestrales.

En Honduras, el casabe se ha consolidado como un elemento central en la cultura garífuna, una comunidad afrodescendiente que ha preservado sus tradiciones a lo largo del tiempo. Para los garífunas, el casabe no es solo un alimento, sino una expresión de su identidad y patrimonio cultural, transmitido de generación en generación.

Proceso tradicional de elaboración del casabe

La elaboración del casabe es un proceso laborioso que refleja el conocimiento ancestral y la conexión profunda con la tierra. Todo comienza con la cosecha de la yuca amarga, que es pelada y rallada para obtener una masa húmeda. Esta masa se coloca en un sebucán, un colador tubular tejido con fibras vegetales, donde se prensa para extraer el líquido tóxico conocido como yare, que contiene ácido cianhídrico.

Una vez eliminados los componentes tóxicos, la masa se tamiza para obtener una harina fina que se extiende en una plancha caliente, formando discos delgados y circulares. Estos se cocinan hasta alcanzar una textura crujiente y dorada. El resultado es un pan ligero y resistente, con una larga vida útil, lo que lo convierte en un alimento versátil y duradero.

En las comunidades garífunas de Honduras, la preparación del casabe es una actividad colectiva que fortalece los lazos comunitarios. Las mujeres suelen liderar el proceso, transmitiendo sus conocimientos a las nuevas generaciones y asegurando la continuidad de esta tradición. Además, la elaboración del casabe está acompañada de cantos y danzas tradicionales, lo que enriquece aún más su valor cultural.

La preservación de estas técnicas ancestrales es fundamental para mantener la autenticidad del casabe y garantizar que las futuras generaciones puedan seguir disfrutando de este legado culinario. El reconocimiento de la UNESCO destaca la importancia de salvaguardar estos conocimientos tradicionales como parte del patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

Importancia cultural y social del casabe en Honduras

El casabe trasciende su función como alimento para convertirse en un símbolo de identidad y resistencia cultural en Honduras. Para las comunidades garífunas, representa una conexión directa con sus ancestros y una manifestación tangible de su herencia africana e indígena. La preparación y consumo del casabe están profundamente arraigados en las prácticas sociales, rituales y celebraciones comunitarias.

Además de su valor cultural, el casabe contribuye a la seguridad alimentaria y al sustento económico de muchas familias. Su producción y venta generan ingresos para las comunidades rurales, especialmente para las mujeres, quienes desempeñan un papel central en su elaboración y comercialización. Esta actividad económica fortalece la autonomía y empoderamiento de las mujeres garífunas, promoviendo el desarrollo sostenible de sus comunidades.

El casabe también fomenta la cohesión social y el sentido de pertenencia. Las jornadas de elaboración son ocasiones para el encuentro, el intercambio de historias y la transmisión de valores y conocimientos. Estas prácticas comunitarias refuerzan la solidaridad y la identidad colectiva, aspectos fundamentales para la resiliencia de las comunidades ante desafíos.

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Soy el fundador de Corporación KRONOZ, divulgador de ciencia, amante de la naturaleza, y fiel creyente del error y superación del ser humano, “El tiempo es solo una mera ilusión, el pasado, el presente y el futuro, existen simultáneamente, como parte de un rompecabezas, sin principio ni final”.

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