El impacto del turismo en las comunidades indígenas dentro de áreas protegidas

El turismo en áreas protegidas de Honduras ha experimentado un crecimiento significativo en los últimos años, llevando consigo tanto grandes oportunidades como retos importantes. Por un lado, el ecoturismo y el turismo comunitario ofrecen una alternativa al desarrollo convencional, generando ingresos y promoviendo la protección ambiental. Por otro lado, el incremento del turismo puede traer consigo conflictos sociales, territoriales y culturales, especialmente cuando se trata de comunidades indígenas que habitan esos territorios ancestralmente.

 
 

Introducción

Entre las reservas y parques nacionales más destacados en Honduras se encuentran lugares como la Reserva de la Biosfera del Río Plátano en La Mosquitia, el Parque Nacional Pico Bonito, Cerro Azul Meámbar (PANACAM), Montaña de Celaque y el Refugio de Vida Silvestre Cuero y Salado. En muchas de estas zonas, comunidades miskitas, mayangnas, lencas o garífunas viven históricamente y han desarrollado modos de vida sustentables que están estrechamente vinculados a los bosques, ríos y la biodiversidad que los rodea. Estos pobladores aportan conocimientos tradicionales cruciales para la conservación.

El impacto del turismo en las comunidades indigenas

 

No obstante, la forma en que se organiza y regula el turismo puede determinar si estas comunidades se benefician o si, por el contrario, enfrentan procesos de marginación. Hay casos que ejemplifican modelos positivos de empoderamiento indígena en el conjunto de iniciativas de ecoturismo comunitario, así como experiencias que reflejan despojo, exclusión o imposición. Este artículo explora en detalle esos contrastes: los impactos económicos, ambientales, culturales y de gobernanza que el turismo genera en las comunidades indígenas dentro de áreas protegidas de Honduras.

Turismo comunitario como oportunidad de desarrollo

En varias áreas protegidas de Honduras, el turismo comunitario se ha convertido en una herramienta valiosa para fomentar el desarrollo local sin comprometer los recursos naturales. El proyecto Conecta+, por ejemplo, se ha centrado en capacitar a mujeres, jóvenes y pueblos indígenas en eco‑agroturismo, aviturismo, producción de cacao y café con valor agregado, así como guía turística y servicio al cliente. Esto ha permitido diversificar ingresos y fortalecer las capacidades productivas en zonas como PANACAM, Montaña de Celaque y Montecristo Trifinio.

La organización LARECOTURH trabaja con comunidades del litoral Atlántico para implementar turismo gestionado por pobladores locales. A través de cursos, talleres de educación ambiental, producción de artesanías con materiales reciclados y códigos de conducta para visitantes, se busca conservar los ecosistemas y generar ingresos directos para las familias participantes.

En la Reserva de la Biosfera del Río Plátano, comunidades miskitas han desarrollado iniciativas ecoturísticas como La Ruta Moskitia Ecotourism Alliance, que inyectaron más de 350 000 USD en las economías locales, crearon puestos de trabajo y promovieron la conservación de su entorno mientras controlan el uso del territorio.

En conjunto, estas experiencias muestran cómo el turismo comunitario, cuando es construido desde abajo y con enfoque sostenible, puede ser una vía efectiva para que los pueblos indígenas se beneficien económicamente sin perder su identidad cultural ni comprometer sus recursos naturales.

Beneficios económicos y ambientales del ecoturismo

El ecoturismo en Honduras contribuye no solo al crecimiento de la economía nacional, sino también a frenar procesos de deforestación y degradación ambiental. En muchos territorios protegidos, se ha comprobado que dar valor económico a los bosques y ecosistemas puede reducir la presión sobre prácticas destructivas como la tala o la minería ilegal.

Además, genera empleos locales: guías comunitarios, operarios de alojamientos ecológicos, artesanos o pequeños prestadores de servicios turísticos. Esto permite diversificar fuentes de sustento más allá de la agricultura o la extracción de recursos naturales .

Muchas iniciativas ecoturísticas adoptan buenas prácticas ambientales: uso de energías renovables, manejo responsable de residuos, restauración de manglares y reforestación con participación comunitaria. Por ejemplo, en Cuero y Salado se ha implementado restauración de mangle, limpieza de áreas costeras y monitoreo de especies junto a los pobladores.

En estos modelos, el ingreso económico no solo mejora la calidad de vida de las familias, sino que también crea un sentido de responsabilidad colectiva para proteger el entorno natural que sustenta ese turismo.

Riesgos de exclusión y conflictos territoriales

Sin embargo, no todas las experiencias han sido positivas. Hay numerosos casos documentados de creación de áreas protegidas sin consulta previa, libre e informada a las comunidades indígenas, lo cual ha generado despojo territorial y criminalización de pobladores. La Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH) ha denunciado cómo en áreas como Punta Izopo, Parque Nacional Jeanette Kawas y Cayos Cochinos, las comunidades garífunas fueron excluidas y llegaron a ser perseguidas por ejercer su pesca artesanal tradicional.

En Cayos Cochinos, pese a ser un santuario marino protegido, pescadores garífunas han sido desalojados o penalizados, mientras se impulsa un turismo que favorece intereses privados y desatiende la cosmovisión local del mar y sus recursos.

Además, activistas como Míriam Miranda han recibido amenazas y ataques por defender los derechos territoriales de las comunidades garífunas frente a proyectos turísticos o inmobiliarios que buscan apropiarse de las costas, en muchos casos con apoyo institucional.

Estos conflictos reflejan la violencia oculta del turismo mal gestionado: desplazamiento, pérdida de identidad cultural y debilitamiento de la autonomía local.

Gobernanza inclusiva y participación indígena

Para evitar impactos negativos y promover un turismo equitativo, es clave adoptar un enfoque basado en derechos, donde las comunidades indígenas tengan voz real en la gestión de las áreas protegidas. La UICN, la SERNA y el Instituto de Conservación Forestal (ICF) en Honduras han impulsado una política nacional que garantiza participación plena e instrumentos de consulta previa, libre e informada (CLPI), en línea con la Meta 22 del Marco Kunming‑Montreal sobre biodiversidad.

Esta política busca reconocer la soberanía territorial indígena, proteger conocimientos ancestrales, incluir mujeres y jóvenes en los espacios de gobernanza, y generar protocolos bioculturales para el manejo participativo de las reservas.

Cuando estas medidas se implementan efectivamente, permiten desarrollar turismo sostenible que respeta la autodeterminación local, distribuye beneficios de modo justo y fortalece vínculos entre conservación y comunidad.

Casos emblemáticos: de La Mosquitia a Celaque

En la Reserva del Río Plátano, el ecoturismo llevado por comunidades miskitas ha demostrado cómo mantener modos de vida tradicionales, transmitir conocimientos de la selva y al mismo tiempo recibir visitantes sin sacrificar el entorno. Las experiencias en canoa, los paseos por la selva y la conexión con la cultura ancestral hacen parte de un modelo de bajo impacto que beneficia directamente a la gente local.

Por otro lado, en PANACAM y Montaña de Celaque, comunidades indígenas han sido formadas en eco-agroturismo y servicios guías que involucran aviturismo, tours de café y cacao, y educación ambiental. Esto ha significado nuevas opciones económicas respetuosas del territorio y del patrimonio cultural local.

Estas iniciativas contrastan con las áreas donde se han detectado conflictos: la falta de consulta en procesos de declaratoria de reservas ha conducido a rechazos de comunidades respecto a nuevas limitaciones sobre sus actividades tradicionales. Ejemplos como La Danta evidencian la necesidad de diálogo previo con pobladores afectados.

Conclusión

El turismo en áreas protegidas de Honduras tiene un enorme potencial como motor de desarrollo sostenible, siempre que se base en el protagonismo de las comunidades indígenas, su participación efectiva en la gobernanza y el respeto a su territorio y cultura. Existen numerosos ejemplos —como La Ruta Moskitia, Conecta+ o la gestión comunitaria en PANACAM— que ilustran cómo el turismo puede empoderar y beneficiar de manera equitativa.

Pero también existen lecciones claras sobre los peligros del modelo impuesto: despojo territorial, criminalización de prácticas ancestrales, erosión cultural e inequidad económica cuando el turismo se organiza sin inclusión ni consulta. Por eso, es preciso reforzar y escalar políticas de consulta libre, participación indígena, formación local y distribución justa de beneficios.

Solo así el turismo en Honduras podrá convertirse en una fuerza verdaderamente transformadora: generadora de riqueza, protectora de ecosistemas y, sobre todo, aliada del futuro cultural y económico de las comunidades indígenas que son guardianas de su biodiversidad ancestral.

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Kilo tapias peralta Escobar

Soy el fundador de Corporación KRONOZ, divulgador de ciencia, amante de la naturaleza, y fiel creyente del error y superación del ser humano, “El tiempo es solo una mera ilusión, el pasado, el presente y el futuro, existen simultáneamente, como parte de un rompecabezas, sin principio ni final”.

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